A veces la vida nos deja pensando: qué pasa si pudiéramos elegir distinto.
Si cada decisión tuviera una puerta secreta que pudiéramos abrir para mirar el “qué habría sido”.
Quizás entenderíamos que no existe elección perfecta, solo caminos que enseñan.
Tal vez descubriríamos que no nos equivocamos tanto como creemos, que solo crecimos.
Porque elegir distinto no siempre garantiza un destino mejor, solo otro.
Y aun así, la duda nos acompaña como un eco suave del pasado.
Pero la verdad es que hoy también podemos elegir distinto, aunque sea un paso pequeño.
Podemos elegir de nuevo, elegir mejor, elegirnos.
La vida siempre ofrece una segunda oportunidad disfrazada de presente.
Y ahí es donde empieza lo que realmente importa.
Quizás la pregunta “qué pasa si pudiéramos elegir distinto” no busca un cambio, sino comprensión.
Comprender que cada camino recorrido tuvo un sentido, aunque en su momento doliera.
Porque incluso las decisiones que creemos erradas nos empujaron a vernos con más verdad.
Y si pudiéramos volver atrás, tal vez repetiríamos mucho de lo que hicimos sin darnos cuenta.
No por falta de opciones, sino porque cada etapa nos pidió la versión que éramos entonces.
Elegir distinto hoy no significa borrar el pasado, sino honrarlo con nuevas acciones.
Significa admitir que ya no somos los mismos, y eso también es evolución.
El poder está en el presente, no en lo que quedó pendiente.
Y cuando entendemos eso, la duda deja de pesar y se vuelve posibilidad.
Una posibilidad de escribir la historia con más conciencia y más amor propio.