miércoles, 1 de septiembre de 2021

Contemplando las estrellas para entender nuestras almas

 El espacio, por supuesto, domina nuestra vida de un millón de maneras diferentes: Define nuestro ritmo circadiano, nuestro clima, nuestras estaciones, la forma en que medimos el tiempo. Ha marcado el fin de algunas especies y ha cambiado la composición química de la Tierra. Pero mientras que los efectos materiales son inevitables, los escritos bahá’ís me han enseñado que esa influencia va más allá de lo material: «Este universo sin límites es como el cuerpo humano, cuyos miembros están todos muy firmemente unidos entre sí… Lo propio sucede con las partes de este universo infinito, que cuentan con miembros y elementos entreverados a tal punto que ejercen un influjo mutuo tanto espiritual como material«.

Mirar al cielo afecta a la forma en que nos vemos a nosotros mismos y a los demás. Tiene un efecto en nuestras almas. Bahá’u’lláh, el fundador y profeta de la fe bahá’í, escribió: «Contempla las maravillosas pruebas de la obra maestra de Dios, y reflexiona sobre su alcance y carácter«. Cualquiera que haya levantado la vista en una noche tranquila y haya visto una estrella fugaz conoce la emoción de ese momento de reconocimiento repentino ante la belleza de nuestro infinito y misterioso universo. Parece estar arraigado en la naturaleza humana.

En un nivel intuitivo, ser consciente del universo que rodea a la Tierra nos hace ser conscientes de nuestras propias almas. Nos recuerda quiénes somos realmente más allá de nuestros cuerpos físicos. Como lo describió Bahá’u’lláh, «el alma humana está exaltada por encima de toda salida y retorno. Está quieta, y sin embargo se remonta; se mueve, y sin embargo está quieta. Es, en sí, una prueba que atestigua la existencia de un mundo contingente, así como la realidad de un mundo que no tiene principio ni fin».

 nuestra realidad espiritual como almas infinitas en cuerpos temporales.


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